martes, 4 de diciembre de 2018

Hay que morir para vivir




Siempre es difícil cuando perdemos algo o a alguien que es muy importante para nosotros, sin embargo, en una vida donde aspiramos a ser mejores cada vez y elevar nuestra calidad de vida, la muerte no es el final de una etapa, sino el principio de otra. Hablar de muerte sigue siendo hoy en día un tabú, un tema al que todos sabemos que estamos expuestos pero que negamos su presencia en nuestra vida. Nos da miedo morirnos o perder algo, es una realidad, sin embargo, si tomamos la perspectiva de la transformación y nos permitimos ver un poco más allá del miedo, notaremos una paz que “no es de este mundo” y obtendremos un renacimiento. Citando a Juan 12:24 “En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto.”
Estamos acostumbrados a identificarnos con cosas de nuestro exterior, tanto, que al vernos en un espejo reflejados decimos “ése soy yo”, cuando nos preguntan quiénes somos respondemos “soy abogado”, “soy psicólogo”, “soy musulmán”, “soy mexicano”; si nos ven con alguien y nos preguntan quién es, respondemos algo como “es un amigo”, “es mi esposo”, “es un familiar”. La realidad es que todo eso son etiquetas con las cuales nos identificamos e identificamos a las personas a nuestro alrededor, lo cual no dice reamente quienes son o quienes somos, pero le aporta paz a nuestra mente hasta el momento en que dejamos de identificarnos con ello o lo perdemos. Cuando ese amigo, ese familiar, ese esposo o esposa se van ¿qué queda?... Nos queda su recuerdo, su esencia, su presencia sutil, que realmente es eterna, pero no nos aporta paz porque nuestra mente no relaciona esa energía sutil con la presencia física de la persona, así que decimos “murió”, aunque solo se transformó en algo más sutil que seguirá con nosotros hasta que la olvidemos.
Con la revolución tecnológica, la presencia del marketing online y nuevas tendencias, la frase “renovarse o morir” ha cobrado presencia muy fuerte en las empresas, sobre todo, pues la presencia de internet nos abre un mundo de posibilidades en las que ya no es tan necesario tener presencia física para poder vender o dar a conocer algún producto o servicio. De forma inconsciente, nos estamos abriendo a la posibilidad de un mundo no material al cual tenemos acceso en todo momento, y con el cual podemos estar en contacto con personas situadas a kilómetros de distancia de nosotros, tenemos la posibilidad de ganar dinero incluso cuando estamos dormidos o de vacaciones, y sin la necesidad de tener una tienda física. Al principio, nos costó trabajo adaptarnos a toda esta oleada de productos que no eran para nada importantes ni necesarios en nuestro día a día, pero hoy nos hemos transformado tanto, que vemos niños de un año con una Tablet que dominan a la perfección. Aprendimos a vivir con algo que fue una novedad y que ahora es algo fundamental, y quienes se resistieron a verlo así, los llegamos a ver como personas fuera de lugar o empresas de muy bajo nivel.
Y no creas que estoy cambiando de tema, es un ejemplo donde la muerte a las ideas anteriores dio paso a una renovación planetaria, donde ahora podemos ver el mundo cada vez más pequeño y accesible, con un potencial ilimitado. Visto desde ésta perspectiva, el tema de la muerte no parece algo tan diabólico, quizá pueda hasta considerarse algo angélico, pero cuando pronunciamos la palabra Muerte, pensamos automáticamente en el cese de las funciones vitales y nos causa miedo, sobre todo si ya hemos pasado por la muerte de alguien muy querido por nosotros, como un familiar o una mascota. Tanto miedo y dolor nos causa que el hecho de ver la figura de un esqueleto o la imagen de la llamada Niña Blanca, nos impone y evitamos todo este tema, lo negamos, lo evadimos o simplemente hacemos como que no existe hasta que vuelva a entrar en nuestra vida.
A veces creemos que cuando hablamos de ello lo estamos atrayendo a nosotros o le estamos deseando la muerte a alguien, cuando realmente podemos estar reflexionando sobre nuestra propia vida, el hecho de que en algún momento dejaremos de estar como estamos ahora. Quizá por ello también nos de miedo cambiar, porque inconscientemente relacionamos el cambio con la muerte de algo a lo cual nos acostumbramos y nos podría resultar doloroso dejar. Lo cierto es que la muerte es tan real como la vida, y de hecho, negar la muerte sería lo mismo que negar la propia vida, pues ¿qué es la vida sin la presencia de la muerte? ¿Cómo defines lo que es bueno sin la presencia de lo que consideramos malo? ¿Qué sería de nuestro paso por ésta realidad sin la esencia de la finitud?
En el desarrollo humano existe una terapia que, desde tiempos inmemoriales lo usan los nativos con diferentes nombres, pero que habla sobre morir y renacer. Desde algo tan simple como escribir en un papel algo de lo cual te quieras liberar y quemarlo, hasta rituales más complejos que recrean incluso el regresar al vientre materno para después nacer otra vez, el objetivo de ello es deshacerse de todo lo que nos bloquea y elevarnos a una perspectiva más alta donde no haya identificaciones previas de la mente y lo material, para que descubramos lo poderosos e ilimitados que somos. “Matar” a nuestro anterior yo permite que un nuevo Yo se manifieste en nuestras vidas. Es nuestra perspectiva sobre la muerte lo que nos causa un poco de temor, pues cuando tienes la confianza de que algo más grande y mejor viene con ese “dejar atrás”, cuando aceptamos la realidad de nuestra existencia limitada en éste mundo material, es entonces cuando nos permitimos vivir una vida con sentido y significado, llena de alegría por hacer todo el tiempo algo que nos gusta. Al final, como diría Facundo Cabral “Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo.”

Te deseo paz más allá de todo entendimiento.
Alex Estrada



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